CASA SEÑORIAL DEL SIGLO XV
Fue construida en el siglo XV, utilizándose hasta el siglo XIX para residencia de canónigos. Actualmente se denomina «Casa del Diablo» porque en ella vivió hacia 1836 un destacado revolucionario anticlerical, apodado El Diablo Royo, tanto por el color de su pelo como por su conducta poco ejemplar. Aprovechándose de Desamortización de Mendizábal, se adueñó de un buen número de propiedades eclesiásticas, entre ellas, la casa que nos ocupa.
En el exterior aparece un lienzo de muralla musulmana de mampostería, interrumpido en el interior por la construcción de bodegas. La reja de hierro forjado que cubre un vano exterior es obra del siglo XV; se decora con incisiones en zig zag sobre la bordura, grabadas manualmente a cincel, acompañadas por adornos en punta de flecha con similares incisiones; remata el conjunto un adorno vegetal.
Importante pieza decorativa es la ventana ajimezada decorada con dos arcos conopiales cairelados que descansan sobre una columna de fuste cilíndrico, capitel decorado con motivos vegetales trepanados y ábaco octogonal; la basa, también octogonal, se encuentra semicubierta al recrecer la ventana posteriormente. La ventana contigua sería muy similar, aunque se destruyó en una reforma.
La fachada, construida en tapial, aparecía enlucida en yeso, con esgrafiados similares a los motivos decorativos de la reja, de los que sólo quedan pequeños fragmentos.
El interior se adecua a las necesidades de la época, con bodegas en la parte inferior, planta baja empedrada con dependencias para las caballerías, cuyo techo de entrada se decora con un artesonado de canes labrados con motivos góticos. En el primer piso destaca el noble salón cubierto con un magnífico artesonado con cañetes ricamente labrados repitiendo la decoración de la ventana ya descrita, la cual se muestra en el interior del salón, homogeneizando el conjunto. (Fuente:Ayuntamiento de Daroca)
La localidad de Daroca, ubicada en el centro del valle del río Jiloca, fue fundada en las postrimerías del siglo VIII por árabes del Yemen que aportaron a estas tierras la religión del Islam y la cultura del cultivo de regadío. Siglos antes, en el angosto barranco que hoy ocupa la calle Mayor, hubo un poblado celtíbero. Desde esta ciudad se vertebraron las sierras Ibéricas centrales y sus valles y se conformó un centro político y comercial durante la época musulmana. El Cid, a fines del siglo XI, la sometió a parias, y allí estuvo el Campeador durante varios meses curándose de una larga enfermedad. Conquistada en el mes de junio de 1120 por el rey Alfonso I de Aragón, fue dotada en 1142 de un fuero de repoblación que incluía un amplísimo territorio de casi diez mil kilómetros cuadrados y más de doscientas aldeas, entre el valle del Ebro y el sur de Teruel, y la frontera con Castilla y las tierras de Montalbán y el Maestrazgo. La villa de Daroca creció con nuevos barrios y arrabales a lo largo del siglo XII gracias a las numerosas y variadas gentes que acudieron a Daroca desde Francia, Castilla, Aragón, Navarra y Cataluña. Durante la Edad Media coexistieron en Daroca tres comunidades religiosas: la cristiana, mayoritaria y dominante, la musulmana, con una población de más de trescientos miembros que se reunían en torno a un barrio propio con su mezquita y sus servicios, y la judía, que llegó a ser la tercera aljama de Aragón en el siglo XIII. Centro de la famosa y todavía añorada, Comunidad de aldeas de Daroca, aunque excluida de ella, fue sede en la que se celebraron Cortes del reino. La ciudad, que perdió a los judíos, expulsados en 1492, y a los moriscos, en 1610, se siguió embelleciendo en los siglos XVI y XVII con nuevos palacios y edificios. Pero fue a mediados del siglo XVI cuando los darocenses construyeron su obra más descomunal, tras quizás las murallas. Se trata de la famosa Mina, un gigantesco túnel de quinientos veinte metros de longitud, seis de anchura y siete de altura que atraviesa una montaña y que fue horadado para que las aguas de las tormentas no atravesaran el centro de la ciudad –varias veces el agua destruyó numerosas casas– y tuvieran salida al río. La Mina es probablemente la obra hidráulica más importante de la Europa moderna. Daroca mantuvo su importancia como centro económico y cultural en los siglos XVIII y XIX, y aunque a fines del siglo XIX llegó el ferrocarril, poco a poco comenzó a perder el dinamismo de los siglos anteriores, pues no supo adaptar sus anquilosadas estructuras económicas a la nueva situación industrial que comenzaba a extenderse por Europa. No obstante, seguía manteniendo cierto prestigio artesanal y agrícola. El siglo XX ha tenido dos momentos bien diferenciados: comenzó con grandes esperanzas, con la población aumentando gracias a la instalación de pequeñas industrias, al desarrollo de la agricultura de secano y al auge del comercio, pero desde 1940 entró en una imparable regresión demográfica y económica.